Imagen. |
Para
los que les gusta la ciencia ficción Isaac Asimov es el referente ineludible y de todo su repertorio este cuento corto
en mi opinión es el mejor, al mejor estilo de Manoj Nelliyattu Shyamalan. En él, Asimov descarga toda su mala leche de
ateo y escritor magistral.
A
pesar de ser un cuento corto para mis parámetros de lo que quiero en el blog
(no distraerte de tu trabajo en la oficina o en donde estés más de 5 minutos)
no lo es a pesar de dividirlo en dos partes les puede llevar 8 o 10 minutos
cada “capitulo”. Pero les garantizo que lo van a disfrutar y mucho, les va a
valer la pena los próximos 10 minutos y sobretodo los de la segunda entrega.
Antes
de seguir intenté buscar una definición clara, sencilla y rápida para la
palabra Entropía y no la encontré
así que les dejo mi definición personal y de seguro llena de errores, les sugiero
que si andan con tiempo busquen una más calificada pero más aburrida, engorrosa
y laaaarga; de todas formas el autor en una parte del cuento da una pequeña
definición de la palabra. les pido por favor que si mi humilde definición esta
errada me lo hagan saber.
Entropía: Se acuerdan de aquel viejo postulado
que dice que “Nada se crea, nada se
destruye, todo se transforma”, bueno la entropía nos dice que cuando algo
se transforma de una cosa a otra (ejemplo: si quemamos madera esta se
transforma en energía y cenizas) se pierde algo de materia y sobretodo
energía y este algo con el paso de billones y billones de años va consumiendo o
desgastando de a poco toda la materia y energía del universo hasta que este
queda vacío y obscuro.
La última pregunta.
La última
pregunta se formuló por primera vez, medio en broma, el 21 de mayo de 2061, en
momentos en que la humanidad (también por primera vez) se bañó en luz. La
pregunta llegó como resultado de una apuesta por cinco dólares hecha entre dos
hombres que bebían cerveza, y sucedió de esta manera:
Alexander Adell
y Bertram Lupov eran dos de los fieles asistentes de Multivac. Dentro de las
dimensiones de lo humano sabían qué era lo que pasaba detrás del rostro frío,
parpadeante e intermitentemente luminoso kilómetros y kilómetros de rostro de
la gigantesca computadora. Al menos tenían una vaga noción del plan general de
circuitos y retransmisores que desde hacía mucho tiempo habían superado toda
posibilidad de ser dominados por una sola persona.
Multivac se
autoajustaba y autocorregía. Así tenía que ser, porque nada que fuera humano
podía ajustarla y corregirla con la rapidez suficiente o siquiera con la
eficacia suficiente. De manera que Adell y Lupov atendían al monstruoso gigante
sólo en forma ligera y superficial, pero lo hacían tan bien como podría hacerlo
cualquier otro hombre. La alimentaban con información, adaptaban las preguntas
a sus necesidades y traducían las respuestas que aparecían. Por cierto, ellos,
y todos los demás asistentes tenían pleno derecho a compartir la gloria de
Multivac.
Durante
décadas, Multivac ayudó a diseñar naves y a trazar las trayectorias que
permitieron al hombre llegar a la Luna, a Marte y a Venus, pero después de eso,
los pobres recursos de la Tierra ya no pudieron serles de utilidad a las naves.
Se necesitaba demasiada energía para los viajes largos y pese a que la Tierra
explotaba su carbón y uranio con creciente eficacia, había una cantidad
limitada de ambos.
Pero
lentamente, Multivac aprendió lo suficiente como para responder a las preguntas
más complejas en forma más profunda, y el 14 de mayo de 2061 lo que hasta ese
momento era teoría se convirtió en realidad.
La energía del
Sol fue almacenada, modificada y utilizada directamente en todo el planeta.
Cesó en todas partes el hábito de quemar carbón y fisionar uranio y toda la
Tierra se conectó con una pequeña estación —de un kilómetro y medio de diámetro
que circundaba el planeta a mitad de distancia de la Luna, para funcionar con
rayos invisibles de energía solar.
Siete días no
habían alcanzado para empañar la gloria del acontecimiento, y Adell y Lupov
finalmente lograron escapar de la celebración pública, para refugiarse donde
nadie pensaría en buscarlos: en las desiertas cámaras subterráneas, donde se
veían partes del poderoso cuerpo enterrado de Multivac. Sin asistentes, ociosa,
clasificando datos con clicks satisfechos y perezosos, Multivac también se
había ganado sus vacaciones y los asistentes la respetaban y originalmente no
tenían intención de perturbarla.
Se habían
llevado una botella y su única preocupación en ese momento era relajarse y
disfrutar de la bebida.
Es asombroso,
cuando uno lo piensa dijo Adell. En su rostro ancho se veían huellas de
cansancio, y removió lentamente la bebida con una varilla de vidrio, observando
el movimiento de los cubos de hielo en su interior. Toda la energía que
podremos usar de ahora en adelante, gratis. Suficiente energía, si quisiéramos
emplearla, como para derretir a toda la Tierra y convertirla en una enorme gota
de hierro líquido impuro, y no echar de menos la energía empleada. Toda la
energía que podremos usar por siempre y siempre y siempre.
Lupov ladeó la
cabeza. Tenía el hábito de hacerlo cuando quería oponerse a lo que oía, y en
ese momento quería oponerse; en parte porque había tenido que llevar el hielo y
los vasos.
No para siempre
dijo.
Ah, vamos,
prácticamente para siempre. Hasta que el Sol se apague, Bert.
Imagen. |
Entonces no es
para siempre.
Muy bien,
entonces. Durante miles de millones de años. Veinte mil millones, tal vez.
¿Estás satisfecho?
Lupov se pasó
los dedos por los escasos cabellos como para asegurarse que todavía le quedaban
algunos y tomó un pequeño sorbo de su bebida.
Veinte mil
millones de años no es «para siempre».
Bien, pero
superará nuestra época, ¿verdad?
También la
superarán el carbón y el uranio.
De acuerdo,
pero ahora podemos conectar cada nave espacial individualmente con la Estación
Solar, y hacer que vaya y regrese de Plutón un millón de veces sin que tengamos
que preocuparnos por el combustible. No puedes hacer eso con carbón y uranio.
Pregúntale a Multivac, si no me crees.
No necesito
preguntarle a Multivac. Lo sé.
Entonces deja
de quitarle méritos a lo que Multivac ha hecho por nosotros dijo Adell,
malhumorado. Se portó muy bien.
¿Quién dice que
no? Lo que yo sostengo es que el Sol no durará eternamente. Eso es todo lo que
digo. Estamos a salvo por veinte mil millones de años pero, ¿y luego? Lupov
apuntó con un dedo tembloroso al otro. Y no me digas que nos conectaremos con
otro sol.
Durante un rato
hubo silencio. Adell se llevaba la copa a los labios sólo de vez en cuando, y
los ojos de Lupov se cerraron lentamente. Descansaron.
De pronto Lupov
abrió los ojos.
Piensas que nos
conectaremos con otro sol cuando el nuestro muera, ¿verdad?
No estoy
pensando nada.
Seguro que
estás pensando. Eres malo en lógica, ése es tu problema. Eres como ese tipo del
cuento a quien lo sorprendió un chaparrón, corrió a refugiarse en un monte y se
paró bajo un árbol. No se preocupaba porque pensaba que cuando un árbol
estuviera totalmente mojado, simplemente iría a guarecerse bajo otro.
Entiendo dijo
Adell, no grites. Cuando el Sol muera, las otras estrellas habrán muerto
también.
Por supuesto
murmuró Lupov. Todo comenzó con la explosión cósmica original, fuera lo que
fuese, y todo terminará cuando todas las estrellas se extingan. Algunas se
agotan antes que otras. Por Dios, las gigantes no durarán cien millones de
años. El Sol durará veinte mil millones de años y tal vez las enanas durarán
cien mil millones por mejores que sean. Pero en un trillón de años estaremos a
oscuras. La entropía tiene que incrementarse al máximo, eso es todo.
Sé todo lo que
hay que saber sobre la entropía dijo Adell, tocado en su amor propio.
¡Qué vas a
saber!
Sé tanto como
tú.
Entonces sabes
que todo se extinguirá algún día.
Muy bien.
¿Quién dice que no?
Tú, grandísimo
tonto. Dijiste que teníamos toda la energía que necesitábamos, para siempre.
Dijiste «para siempre».
Esa vez le tocó
a Adell oponerse.
Tal vez podamos
reconstruir las cosas algún día.
Nunca.
¿Por qué no?
Algún día.
Nunca.
Pregúntale a
Multivac.
Pregúntale tú a
Multivac. Te desafío. Te apuesto cinco dólares a que no es posible.
Adell estaba lo
suficientemente borracho como para intentarlo y lo suficientemente sobrio como
para traducir los símbolos y operaciones necesarias para formular la pregunta
que, en palabras, podría haber correspondido a esto: ¿Podrá la
humanidad algún día, sin el gasto neto de energía, devolver al Sol toda su
juventud aún después que haya muerto de viejo?
O tal vez
podría reducirse a una pregunta más simple, como ésta: ¿Cómo puede
disminuirse masivamente la cantidad neta de entropía del Universo?
Multivac
enmudeció. Los lentos resplandores oscuros cesaron, los clicks distantes de los
transmisores terminaron.
Entonces,
mientras los asustados técnicos sentían que ya no podían contener más el
aliento, el teletipo adjunto a la computadora cobró vida repentinamente.
Aparecieron seis palabras impresas:
«DATOS
INSUFICIENTES PARA UNA RESPUESTA ESCLARECEDORA.»
No hay apuesta
murmuró Lupov. Salieron apresuradamente.
A
la mañana siguiente, los dos, con dolor de cabeza y la boca pastosa, habían olvidado
el incidente.
_________________________________________________________________________________
Jerrodd,
Jerrodine y Jerrodette I y II observaban la imagen estrellada en la pantalla
mientras completaban el pasaje por el hiperespacio en un lapso fuera de las
dimensiones del tiempo. Inmediatamente, el uniforme polvo de estrellas dio paso
al predominio de un único disco de mármol, brillante, centrado.
Es X-23 dijo
Jerrodd con confianza. Sus manos delgadas se entrelazaron con fuerza detrás de
su espalda y los nudillos se pusieron blancos.
Las pequeñas
Jerrodettes, niñas ambas, habían experimentado el pasaje por el hiperespacio
por primera vez en su vida. Contuvieron sus risas y se persiguieron locamente
alrededor de la madre, gritando:
Hemos llegado a
X-23… hemos llegado a X-23… hemos llegado a X-23… hemos llegado…
Tranquilas,
niñas dijo rápidamente Jerrodine. ¿Estás seguro, Jerrodd?
¿Qué puedo
estar sino seguro? preguntó Jerrodd, echando una mirada al tubo de metal justo
debajo del techo, que ocupaba toda la longitud de la habitación y desaparecía a
través de la pared en cada extremo. Tenía la misma longitud que la nave.
Jerrodd sabía
poquísimo sobre el grueso tubo de metal excepto que se llamaba Microvac, que
uno le hacía preguntas si lo deseaba; que aunque uno no se las hiciera de todas
maneras cumplía con su tarea de conducir la nave hacia un destino prefijado, de
abastecerla de energía desde alguna de las diversas estaciones de Energía
Subgaláctica y de computar las ecuaciones para los saltos hiperespaciales.
Imagen. |
Cierta vez
alguien le había dicho a Jerrodd, que el «ac» al final de «Microvac» quería
decir «computadora análoga» en inglés antiguo, pero estaba a punto de olvidar
incluso eso.
Los ojos de
Jerrodine estaban húmedos cuando miró la pantalla.
No puedo
evitarlo. Me siento extraña al salir de la Tierra.
¿Por qué,
caramba? preguntó Jerrodd. No teníamos nada allí. En X-23 tendremos todo. No
estarás sola. No serás una pionera. Ya hay un millón de personas en ese planeta.
Por Dios, nuestros bisnietos tendrán que buscar nuevos mundos porque llegará el
día en que X-23 estará superpoblado. Luego agregó, después de una pausa
reflexiva: Te aseguro que es una suerte que las computadoras hayan desarrollado
viajes interestelares, considerando el ritmo al que aumenta la raza.
Lo sé, lo sé
respondió Jerrodine con tristeza.
Jerrodette I
dijo de inmediato:
Nuestra
Microvac es la mejor Microvac del mundo.
Eso creo yo
también repuso Jerrodd, desordenándole el pelo.
Era realmente
una sensación muy agradable tener una Microvac propia y Jerrodd estaba contento
de ser parte de su generación y no de otra. En la juventud de su padre las
únicas computadoras eran unas enormes máquinas que ocupaban un espacio de
ciento cincuenta kilómetros cuadrados. Sólo había una por planeta. Se llamaban
ACs Planetarias.
Durante mil
años habían crecido constantemente en tamaño y luego, de pronto, llegó el
refinamiento. En lugar de transistores hubo válvulas moleculares, de manera que
hasta la AC Planetaria más grande podía colocarse en una nave espacial y ocupar
sólo la mitad del espacio disponible.
Jerrodd se
sentía eufórico siempre que pensaba que su propia Microvac personal era
muchísimo más compleja que la antigua y primitiva Multivac que por primera vez
había domado al Sol, y casi tan complicada como la AC Planetaria de la Tierra
(la más grande) que por primera vez resolvió el problema del viaje
hiperespacial e hizo posibles los viajes a las estrellas.
Tantas
estrellas, tantos planetas suspiró Jerrodine, inmersa en sus propios
pensamientos. Supongo que las familias seguirán emigrando siempre a nuevos
planetas, tal como lo hacemos nosotros ahora.
No siempre
respondió Jerrodd, con una sonrisa. Todo esto terminará algún día, pero no
antes que pasen billones de años. Muchos billones. Hasta las estrellas se
extinguen, ¿sabes? Tendrá que aumentar la entropía.
¿Qué es la
entropía, papá? preguntó Jerrodette II con voz aguda.
Entropía,
querida, es sólo una palabra que significa la cantidad de desgaste del
Universo. Todo se desgasta, como sabrás, por ejemplo tu pequeño robot
walkie-talkie, ¿recuerdas?
¿No puedes
ponerle una nueva unidad de energía, como a mi robot?
Las estrellas
son unidades de energía, querida. Una vez que se extinguen, ya no hay más
unidades de energía.
Jerrodette I
lanzó un chillido de inmediato.
No las dejes,
papá. No permitas que las estrellas se extingan.
Mira lo que has
hecho susurró Jerrodine, exasperada.
¿Cómo podía
saber que iba a asustarla? respondió Jerrodd también en un susurro.
Pregúntale a la
Microvac gimió Jerrodette I. Pregúntale cómo volver a encender las estrellas.
Vamos dijo
Jerrodine. Con eso se tranquilizarán. (Jerrodette II ya se estaba echando a
llorar, también).
Jerrodd se
encogió de hombros.
Ya está bien,
queridas. Le preguntaré a Microvac. No se preocupen, ella nos lo dirá.
Le preguntó a
la Microvac, y agregó rápidamente:
Imprimir la
respuesta.
Jerrodd retiró
la delgada cinta de celufilm y dijo alegremente:
Miren, la
Microvac dice que se ocupará de todo cuando llegue el momento, y que no se
preocupen.
Jerrodine dijo:
Y ahora, niñas,
es hora de acostarse. Pronto estaremos en nuestro nuevo hogar. Jerrodd leyó las
palabras en el celufilm nuevamente antes de destruirlo:
«DATOS
INSUFICIENTES PARA UNA RESPUESTA ESCLARECEDORA.»
Se encogió de
hombros y miró la pantalla. El X-23 estaba cerca.
_________________________________________________________________________________
VJ-23X de
Lameth miró las negras profundidades del mapa tridimensional en pequeña escala
de la Galaxia y dijo:
¿No será una
ridiculez que nos preocupe tanto la cuestión?
MQ-17J de
Nicron sacudió la cabeza.
Creo que no.
Sabes que la Galaxia estará llena en cinco años con el actual ritmo de
expansión.
Los dos
parecían jóvenes de poco más de veinte años. Ambos eran altos y de formas
perfectas.
Sin embargo
dijo VJ-23X, me resisto a presentar un informe pesimista al Consejo Galáctico.
Yo no pensaría
en presentar ningún otro tipo de informe. Tenemos que inquietarlos un poco. No
hay otro remedio.
VJ-23X suspiró.
El espacio es
infinito. Hay cien billones de galaxias disponibles.
Cien billones
no es infinito, y cada vez se hace menos infinito. ¡Piénsalo! Hace veinte mil
años, la humanidad resolvió por primera vez el problema de utilizar energía
estelar, y algunos siglos después se hicieron posibles los viajes
interestelares. A la humanidad le llevó un millón de años llenar un pequeño
mundo y luego sólo quince mil años llenar el resto de la Galaxia. Ahora la
población se duplica cada diez años…
VJ-23X lo
interrumpió.
Eso debemos
agradecérselo a la inmortalidad.
Muy bien. La
inmortalidad existe y debemos considerarla. Admito que esta inmortalidad tiene
su lado complicado. La AC Galáctica nos ha solucionado muchos problemas, pero
al resolver el problema de evitar la vejez y la muerte, anuló todas las otras
cuestiones.
Sin embargo no
creo que desees abandonar la vida.
En absoluto
saltó MQ-17J, y luego se suavizó de inmediato—. No todavía. No soy tan viejo.
¿Cuántos años tienes tú?
Doscientos
veintitrés. ¿Y tú?
Yo todavía no
tengo doscientos. Pero, volvamos a lo que decía. La población se duplica cada
diez años. Una vez que se llene esta galaxia, habremos llenado otra en diez
años. Diez años más y habremos llenado dos más. Otra década, cuatro más. En
cien años, habremos llenado mil galaxias; en mil años, un millón de galaxias.
En diez mil años, todo el Universo conocido. Y entonces, ¿qué?
Imagen. |
VJ-23X dijo:
Como problema
paralelo, está el del transporte. Me pregunto cuántas unidades de energía solar
se necesitarán para trasladar galaxias de individuos de una galaxia a la
siguiente.
Muy buena
observación. La humanidad ya consume dos unidades de energía solar por año.
La mayor parte
de esta energía se desperdicia. Al fin y al cabo, sólo nuestra propia galaxia
gasta mil unidades de energía solar por año, y nosotros solamente usamos dos de
ellas.
De acuerdo,
pero aún con una eficiencia de un cien por ciento, sólo podemos postergar el
final. Nuestras necesidades energéticas crecen en progresión geométrica, y a un
ritmo mayor que nuestra población. Nos quedaremos sin energía todavía más
rápido que sin galaxias. Muy buena observación. Muy, muy buena observación.
Simplemente
tendremos que construir nuevas estrellas con gas interestelar.
¿O con calor
disipado? preguntó MQ-17J, con tono sarcástico.
Puede haber
alguna forma de revertir la entropía. Tenemos que preguntárselo a la AC Galáctica.
VJ-23X no
hablaba realmente en serio, pero MQ-17J sacó su interfaz AC del bolsillo y lo
colocó sobre la mesa frente a él.
No me faltan
ganas dijo. Es algo que la raza humana tendrá que enfrentar algún día.
Miró
sombríamente su pequeña interfaz AC. Era un objeto de apenas cinco centímetros
cúbicos, nada en sí mismo, pero estaba conectado a través del hiperespacio con
la gran AC Galáctica que servía a toda la humanidad y, a su vez, era parte
integral suya.
MQ-17J hizo una
pausa para preguntarse si algún día, en su vida inmortal, llegaría a ver la AC
Galáctica. Era un pequeño mundo propio, una telaraña de rayos de energía que
contenía la materia dentro de la cual las oleadas de los planos medios ocupaban
el lugar de las antiguas y pesadas válvulas moleculares. Sin embargo, a pesar
de esos funcionamientos subetéreos, se sabía que la AC Galáctica tenía mil diez
metros de ancho.
Repentinamente,
MQ-17J preguntó a su interfaz AC:
¿Es posible
revertir la entropía?
VJ-23X,
sobresaltado, dijo de inmediato:
Ah, mira,
realmente yo no quise decir que tenías que preguntar eso.
¿Por qué no?
Los dos sabemos
que la entropía no puede revertirse. No puedes volver a convertir el humo y las
cenizas en un árbol.
¿Hay árboles en
tu mundo? preguntó MQ-17J.
El sonido de la
AC Galáctica los sobresaltó y les hizo guardar silencio. Se oyó su voz fina y
hermosa en la interfaz AC en el escritorio. Dijo:
«DATOS
INSUFICIENTES PARA UNA RESPUESTA ESCLARECEDORA.»
VJ-23X dijo:
¡Ves!
Entonces los
dos hombres volvieron a la pregunta del informe que tenían que hacer para el
Consejo Galáctico.
______________________________________________________________________
Hasta acá la
primera parte, espero que no se les haya echo tediosa. En un par de días subo
el final de la historia, si no quieren esperar tanto pueden buscar el relato en
Internet.
Enlace a "La ultima pregunta" Isaac Asimov. Segunda parte.
Enlace a "La ultima pregunta" Isaac Asimov. Segunda parte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario